Saturday 6 August 2016

Recordando Monseñor Enrique Angelelli


Esta semana se cumple el 40 aniversario de la muerte del obispo Enrique Angelelli de La Rioja, Argentina. Mucho antes de convertirse en obispo, Mons Angelelli fue capellán comprometido de la JOC y JUC en la diócesis de Córdoba, donde trabajó en estrecha colaboración con José Serapio Palacio, un líder laico de la JOC, que también murió en 1975.


Aquí están algunos extractos de la homilía de la misa en memoria el 4 de agosto por Mons Marcelo Colombo Danilo, el actual obispo de La Rioja.

Queridos hermanos,

Una vez más nos encontramos para evocar con gratitud a Dios, la vida y el ministerio de Mons. Angelelli. A cuarenta años de su muerte, este buen Pastor sigue brillando con esa luz que le viene de Jesucristo, el Señor, para multiplicarse en las encrucijadas de una existencia toda de Dios y de su pueblo. Así, nos indica el camino del compromiso con los hermanos, especialmente los más pobres y excluidos, para “que sus gritos sean los nuestros” (MV 15).

Hace cuarenta años el llanto y la angustia habitaban el corazón del pueblo desolado al que le habían robado el pastor con el manotazo cruel de la prepotencia del terrorismo de Estado. Hoy, hermanos de tantas comunidades de la diócesis de La Rioja y de la Iglesia en la Argentina, nos unimos para testimoniar el triunfo de la Pascua de Cristo en Enrique Angelelli, servidor del Evangelio del Reino con su vida.


1. “¿Y Uds., quién dicen que soy?” (Mateo 16, 15)

En el camino formativo de la comunidad apostólica, Jesús quiere conocer qué piensan sus discípulos de él. Luego de responderle qué dice la gente, los apóstoles son interpelados sobre su propia comprensión de Aquél que los ha reunido. La fe de Pedro le hace responder resueltamente: Jesús es el hijo de Dios, el Mesías. Con el mismo Dios actuando en su interior, Pedro proclama ante sus compañeros la identidad y la misión de Jesús.

El Señor, a su vez, le pondrá un nombre nuevo y le confiará su propia misión entre los hermanos: Eres Pedro y sobre esta piedra, edificaré mi Iglesia. Conocernos a nosotros mismos y descubrir nuestra misión en la vida, constituyen los desafíos más hondos que vamos atravesando mientras peregrinamos unidos a otros hombres y mujeres con iguales búsquedas que nosotros, con el mismo deseo de servir. Sabemos que no se trata de una tarea automática, que nos lleva tiempo, que atravesamos oscuridades y momentos de luz a la hora de respondernos y de responder a quienes tanto esperan de nosotros.

Enrique Angelelli se nos presenta con realismo y simplicidad: “Yo no tengo vocación ni de víctima, ni mártir, ni de héroe, ni ninguna de las tres. Soy simplemente el hijo de doña Celina y de don Juan, que son mis viejos; por la gracia de Dios soy cristiano. Y tengo encima este asunto del episcopado que no es tan fácil.” Frente a la incomprensión de algunos sectores de La Rioja que lo niegan y agreden, da razón de su ministerio y las características de su misión, como Pablo, como los Profetas:

“(…) no han sido los hombres quienes me dieron la grave misión de presidir esta Iglesia Diocesana sino el mismo Señor. La fidelidad de esta Iglesia la defenderé hasta con la sangre, y la garantía de la Verdadera Fe de Jesucristo es el mejor servicio que le puedo seguir brindando a mi pueblo, en las limitaciones de mi persona y en la fuerza del Espíritu del Señor. Y si el Obispo desea ardientemente comprometerse cada vez más con el pueblo riojano para que él crezca más en la Fe, en la Esperanza y en el Amor, no se lo impidan, ayúdenle a que lo pueda realizar. Si los pobres encuentran a un padre, a un hermano y a un amigo no los aparten. Si lo hacen, Dios no los bendecirá (…)” (Angelelli, Homilía en Misa en el Colegio Sagrado Corazón, 1972)

Y como Jesús a Pedro, preocupado y atento a la realidad que enfrenta, propondrá un camino posible y necesario, a aquellos sectores que se arrogan privilegios y se sienten superiores, inclusive en su fe.

“Están llamados a construir La Rioja que el Señor quiere según el Evangelio, para esto es preciso; conocerlo mejor, vivirlo más, realizarlo en un proyecto de sociedad a la que todos anhelamos, fundada en la fraternidad, en la verdadera paz y en la caridad o el amor. No se autoconstituyan en poseedores absolutos de la Verdad y si Dios les ha dado, como nos ha dado, el conocer la totalidad de la misma en su integridad por haber conocido y estar inserta en Cristo, en la Iglesia Católica, no lo es para dominar y humillar a los otros, sino para sentirnos más responsables de servirlos, no para guardar la luz sino para iluminar, no para injuriar en nombre de la Fe sino para amar y comprender mejor, no para pasar de largo en el camino sino para bajarnos cuantas veces haga falta para realizar la misión de samaritano.” (Angelelli, Homilía en Misa en el Colegio Sagrado Corazón, 1972)



2. Angelelli, pastor enamorado.

¿Qué fuerza impulsaba a Mons. Enrique Angelelli, qué principio guiaba su obrar y le daba energía para actuar? Cuando recorremos los acontecimientos que constituyeron la vida de Enrique Angelelli, descubrimos que lo movía el amor nacido del “Libro, del Cayado y la Unción” utilizando aquellas palabras conmovedoras de su poema en la evocación de su aniversario sacerdotal. Su amor a la Iglesia, a los pobres, a La Rioja, impregnaba todo su ser.

Enrique Angelelli era un pastor enamorado. Enamorado cuando entregó su vida como joven sacerdote en la Cañada en Córdoba, en la atención de los jóvenes obreros de la JOC y los hermanos sacerdotes del Hogar Sacerdotal; amaba profundamente a la Iglesia, cuando apenas nombrado obispo participó con entusiasmo y aportes de mucho valor, de tres sesiones del Concilio Vaticano II; amaba entrañablemente a la Iglesia cuando asumió la diócesis de La Rioja como pastor de tierra adentro y vino para darlo todo.

Ese amor de Mons. Angelelli lo llevó a ponerse enteramente a disposición de la voluntad de Dios buscando lo mejor para su pueblo, consagrándose a la animación de la renovación conciliar de las instituciones y movimientos diocesanos. Su estilo personal, sencillo y directo, nos hablan de este amor pastoral por el rebaño encomendado, donde cada persona era importante, querida en su dignidad y peculiaridad. Muchas anécdotas nos lo presentan atento y bromista con los niños, entusiasta y animado con los adolescentes y jóvenes, respetuoso y cercano con los adultos, preocupado por la vida de los ancianos, comprometido con los trabajadores rurales y las empleadas domésticas. En su amor pastoral, se hizo “todo a todos” (1 Cor 9,22).

Este pastor enamorado, esposo de esta Iglesia particular, fue padre, engendrando a la vida nuevos hijos de la Iglesia, más allá de las pertenencias explícitas. Diversos sectores sociales, muchas veces renuentes a la Iglesia, se sentían involucrados, llamados en primera persona a participar de lo que se denominó “la pastoral de Angelelli”, una Iglesia anticipadamente en salida, que aceptaba accidentarse en el camino de llegar a todos.

“Va a estar linda La Rioja”, decía Angelelli cuando se venían momentos duros y difíciles. La esperanza lo hacía ver más allá de las amenazas y persecuciones de quienes no comprendieron su mensaje, que era el de Cristo, buen Pastor, que preferían defender sus privilegios económicos y de clase, escondiéndolos en razonamientos de fe religiosa.

Más allá de su muerte seguiría engendrando vida en nombre de Jesús, el testigo fiel. ¡Cuántas comunidades parroquiales y religiosas, cuántos sacerdotes, cuántos jóvenes y movimientos sociales hoy lo evocan y se entusiasman con sus enseñanzas, sus catequesis y sus gestos, para presentar al Señor y su proyecto de Iglesia en el camino del Reino!



3. ¡Angelelli es nuestro!

Muchas veces me han preguntado estos días qué cosas diría Angelelli de cara a nuestra realidad de hoy, qué desafíos plantearía. Sería temerario de mi parte intentar una respuesta. Pero ciertamente, numerosas situaciones, carencias y dificultades de su tiempo que Angelelli denunció con energía y procuró desde su lugar de obispo contribuir a solucionar y superar para bien de su gente, siguen pidiendo una respuesta. En sus propias palabras encuentro todo un programa evangelizador comunitario.

“Siento esta tarde que esta Iglesia Diocesana tiene un rostro peculiar en La Rioja. Una vocación original y que debemos hacerla y manifestarla todos juntos. Seguiremos trabajando para que juntos descubramos y asumamos los problemas; juntos afrontemos las dificultades del camino y juntos manifestemos con la vida en Cristo no es una ilusión en la vida sino una subyugante realidad que es capaz de hacer la más profunda revolución en el hombre y en la sociedad, si somos capaces de cambiar radicalmente la vida. “(Mensaje en la Fiesta de San Nicolás, 2 de julio de 1972)

Cuentan que el Papa Juan Pablo II, en una visita al Salvador, al salir de orar en la tumba de Mons. Romero, frente a tantas insidias y calumnias, dijo con convicción elocuente y conmovida: “¡Romero es nuestro!”. También quiero decir yo con Uds. en esta tarde: “Angelelli es nuestro.” Es de toda la Iglesia, de esta Iglesia peregrina en La Rioja y de cada comunidad eclesial, de la entera sociedad riojana y de las instituciones y movimientos sociales que alientan la transformación de la sociedad para hacerla más justa y más fraterna, más digna de Dios y de los hombres, especialmente de los más frágiles.

Hermanos, hoy es un día de gracia singular para nuestra Iglesia particular. Hemos evocado a Enrique Angelelli, obispo y testigo del Evangelio en tierras riojanas. Que Él interceda ante el Señor para que también nosotros obremos impulsados por ese amor generoso y valiente que hizo de Enrique un pastor según el corazón de Dios.

La Rioja, 4 de agosto de 2016,. +Marcelo Daniel Colombo, Padre Obispo de La Rioja